domingo, 10 de noviembre de 2013

Saudade en verano (7 de julio de 2013)


La primavera acabó,
como era de esperar, en verano.
De él se supone una leve brisa azotando
las caras de los primos pequeños
que juegan en la playa,
la misma que zarandea levemente
los trajes de baño en las liñas
para tender la ropa del patio de atrás
de las casas con patio.

Pero no anunciaron
los partes metereológicos
todo un frente de angustia soplando
hacia el sur,
de tu tierra hasta la mía,
que, consumada en un punto sólo,
véase: la latitud exacta que ocupo
y sus mismas coordenadas,
nubla el azul del cielo;
no el cielo mismo, sino su color
propiamente:

Las calles no llevan a ningún sitio
ni saben cómo volver;
no tienen a dónde hacerlo.
El otoño acecha, ocre y silencioso,
en las copas de los árboles.
Los aviones son pájaros tristes
que surcan el viento como lo haría
un pétalo deshojado,
una opción perdida,
una oportunidad menos para verte;
otro día sin ti.
Y el cielo no es más que una lona polvorienta,
rasgada por un océano de antenas
de televisión y de cables
y de alambres inservibles,
descubriendo la misma nada
que, ya antes de ser,
nos hacía temblar.

Fuera de todo esto,
un frente de esperanza
acaricia tanto la cara de los niños
como los trajes de baño
y a los propios bañistas.

Pero no aquí, amor mío.
Aquí sólo sopla, gélida,
                                       
                                                     la nostalgia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario