jueves, 14 de noviembre de 2013

Arrecife (3 de agosto de 2013)


''Estoy cansado de mi ciudad de polvo
aunque tenga que amarla y sepa que siempre vuelvo''.

Yo, que llevo la patria en tu pecho,
soy geográficamente –en el sentido estricto–
natural de una ciudad de anónima primavera y mar tardío,
de noche amarillenta pero nunca anaranjada,
de desierto rutilante y amanecer febril.
Agónica ciudad muda,
de esquinas huérfanas y rincones que no esconden nada
salvo silencios
                        y más rincones.

Ciudad hospital,
ciudad sin horizonte,
ciudad marchita,
ciudad de calles calladas y
escaparates cómplices.

Ciudad de adoquines impasibles,
de arena mustia,
de palomas sin mensaje anudado al vuelo,
de botellas sin carta
en el culo de las gafas de los vecinos miopes.

Ciudad de otoño triste –más
de lo que acostumbra a ser el otoño–,
de otoño eterno,
de verano constante.
Ciudad laberinto,
ciudad chalana;
yo sé que al menos los pescadores
te extrañan.

Ciudad prima lejana
de parentela oriunda,
de árbol sin genealogía ni rama,
de la nostalgia que inunda
el mar marrón de los mapas.

Ciudad de poca pena y menos gloria:
hambre para hoy,
pan para pasado mañana.

Ciudad sin invierno,
                ciudad inmutable,

                                                ciudad sin ciudad.

Mi ciudad,
ésa en la que acostumbraba a
vivir, pero al revés;
ésa en la que no me acostumbro
                                                            a extrañarte.


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