El sonido de un violín inunda la
calle mayor, por encima del frío y de la gente. Un violinista lo sostiene. Su mirada y
la melodía se acompañan. A su lado, tirado en el suelo, dormita un perro grande de pelaje dorado y talante noble.
Quién sabe qué historias guardan
ese violín gastado y las manos que lo tocan.
Una infancia, una ciudad, tal vez un
amor, alguna despedida, recuerdos, una
calle principal, un perro, un violín, una melodía…
Rebusco en el bolsillo y dejo dos monedas. Apenas la voluntad, pobre recompensa para tan bella historia.
Sea
cual sea.
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