domingo, 10 de noviembre de 2013

''Octubre'', fragmento (21 de octubre de 2013)


No era una playa grande. Estaba enmarcada entre dos colinas coronadas de hierba que se adentraban en el mar. A la izquierda, una de las colinas cortaba bruscamente la cala como un muro de roca oscura y a la derecha, la arena daba paso a un numeroso conjunto de piedras de suaves tonos marrones y ocres sobre las que se alzaba la empinada ladera de la segunda colina. En ella, el marrón de las piedras terminaba repentinamente en el verde intenso de la hierba que daba color a la elevación. La primera colina se adentraba suavemente en el mar y moría tan sólo a unos cien metros de la costa, mientras que la segunda se erguía imponente sobre el mar formando un hermoso acantilado. Dos construcciones se mantenían en este promontorio: la primera, de la que sólo quedaba un muro en ruinas, en la cima; la segunda, aún íntegra, se incrustaba a la perfección en la roca del acantilado, resguardada del peligro. El mar se aclaraba ligeramente a su entrada en la playa. Las olas morían a la derecha, contra la roca, y llegaban entre tranquilas y agonizantes a la orilla.

Era ya final de verano y las temperaturas bajaban poco a poco. La playa estaba vacía, de no ser por una joven que sale del agua. Lleva los pechos al descubierto y estos son proporcionados y redondos, realmente hermosos. Camina entre las rocas por el lateral del prado y se sienta en una piedra grande. Sus movimientos son armónicos y serenos: se advierte que ha sido bailarina por su espalda, constantemente erguida, y la elegancia con que mueve las caderas. Allí, con los pies cubiertos de arena, toma un bolígrafo y un pequeño cuaderno que descansaban en la roca vecina e intenta escribir algo; esboza algunas ideas que cree buenas, todas relativas al mar, busca algún hilo conductor que las una y, sin embargo, acaba por aborrecerlas. Se niega a escribir algo que no sea brillante.


No hay comentarios:

Publicar un comentario