lunes, 13 de junio de 2016

Diatriba contra algunas personas de mi tiempo que escriben algunas cosas que yo detesto

Me he acercado,
he ojeado por un resquicio
de sus blogs y sus angustias
y los he visto uniendo unas palabras con otras
sin que nada ocurriese.

A veces –antes de despertar empapado
en sudor y agitación– les oigo balbucear nosequé:
Sigo esperando ese whatsapp
que me saque de la mierda
por ejemplo–
o El olvido es un cabrón
que me despeina las metáforas.
A veces hasta juegan con letras y asuntos capitales
y escriben cosas como TErminAMOs.
Escriben de todo:
Tú por ahí de fiesta y yo solo quiero follarte
mientras bostezo sueños imposibles.  
Te comería a versos.
Te amo a cobro revertido
–parecen mostrar, efectivamente, cierta predilección
por el verbo amar en ciertos contextos
que ellos consideran ocurrentes–
y también Fumo mucho tabaco de liar
y cuando bebo suelo echarte de menos
y tener mucha resaca
–es lo que ocurre cuando uno bebe–
y blablabla...

Perdón por la torpeza,
pero apenas acierto a reproducir
su afectación y su desidia.
No les niego su mérito,
pero imaginénse la sorpresa al descubrir
que muchos pasan holgadamente los veinte
–y hasta los treinta–.
 
No sé, yo no entiendo
de qué hablan.
Dicen palabras como  
Facebook, calimocho, reggaetón, joder, putada, medianoche,
alcohol, lunares, coño, cerveza, humo, bares, café.
Y las mezclan con amor,
con vida,
y recurrentemente, incluso,
con poesía.
Adjetivan por encima de sus posibilidades.
Escriben frases muy largas
que no alcanzo a comprender:
yo soy la última bala de mi propio revólver
y tú eres una diana en el salón
del después de un antes (?).
Tienden a ser políticamente incorrectos,
pero desconocen la frontera entre la irreverencia
y el mal gusto.
Recurren frecuentemente al neologismo,
aunque rara vez con fortuna.
Escriben cuentos muy cortos y sin moraleja
(del tipo Ella era un libro con las piernas abiertas 
y él no sabía leer),
usan la ironía pero no le sacan punta
y trastocan el orden dental por el labial
–fonética y literalmente–
acuñando términos como besayúname.
Lo confunden todo, es un desastre.
No distinguen entre una anécdota
y un aforismo. 
Si en sus versos aparece un mensaje
suele ser de texto.
Sospecho que idolatran a Bukowski,
pero mal.

Yo creo que están tristes por algo,
aunque, en el fondo, les gusta.
Supongo que será porque eso vende libros
o –mejor dicho– porque alguien los compra.
Perdón por la malicia:
igual es verdad y se sienten solos.
Alguien se apiadará de ellos.

Pero si los viejos poetas,
aquellos que intentaban desentrañar el mundo,
abarcar su tiempo mediante la palabra, 
buscar algo de verdad,
algo de belleza o solemnidad
–no sé, algo–
levantaran la cabeza...

Aunque, claro, eso es imposible.
(La muerte es una suerte de silencio
que pocas veces acostumbra a ser interrumpido).

Así que probablemente dirían
–exactamente–
lo mismo que ellos:
                                nada.


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