miércoles, 22 de junio de 2016

A José Saramago

''Yo quiero que en mi lápida diga: Aquí yace, indignado, José Saramago. Primero por no estar vivo. Y luego por haber venido a un mundo tan malo y que en lo esencial no ha cambiado''.

Bajo su lápida
como bajo un malpaís
yace indigado José Saramago.
Y aunque no estar vivo
es un motivo bastante digno
para estarlo,
el motivo verdadero
de su indignación
justificó la totalidad de su vida.

En Lanzarote,
su isla y la mía,
habita todavía una duda
desde que don José
cogió el hilo de Ariadna
para adentrarse en la oscuridad
de la Conservaduría,
y, en su reverso –el de la duda
y el de la muerte–,
una magnífica certeza:
el mundo será un lugar hermoso
algún día.

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