miércoles, 11 de mayo de 2016

Poema a una perra

A Gaya, compañera fugaz de toda una vida.

Se llamaba Gaya.

Tan solo el último día comprendí:
en sus ojos había tres cuartas partes
de océano
               por una de tierra.

(De ella aprendí esa clase única de amistad
que te enjuga las lágrimas a lametones).

Sé que en su carácter noble
habrá siempre algo de las perrerías
que yo un día le hice
—con amor, ante todo—
como habrá siempre algo en mí,
siguiéndome fielmente
por pasillos y escaleras,
parques y callejones,
más allá de todo.

Pero qué vida de perros,
ahora que Gaya no está aquí,
                          mordisqueando mi desidia.



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